El abordaje de Escuela de Proyectos

El abordaje de Escuela de Proyectos

Una constelación, un espacio de relaciones, derivas, trayectos, intereses, que abre oportunidades.

La pregunta por el sentido es la inspiración. Pero la inspiración proviene también de múltiples anclajes que a veces no logramos descifrar, que queremos incorporar a una estructura predefinida en el campo de las artes y en realidad es otra cosa.

Una constelación, un espacio de relaciones, derivas, trayectos, intereses, abren infinidad de oportunidades, abren mentes. 

Un enfoque narrativo, el boceto o dibujo de lo imaginado, la creación artística en contexto, la práctica investigativa y lo documental como testimonio o abordaje no ficcional de un mundo que hoy parece ficticio. La importancia de la mirada ecofeminista en el trasfondo de lo que deseamos cambiar.

Pueden salir de aquí o de allá, pero las ideas seguro se quedarán solo en eso si no logramos darle una arquitectura, que en lenguaje tecnicista, implicaría darles gestión y planificación.

Múltiples aperturas para poner los pies en el suelo. ¿Desde dónde pensamos y hacemos los ejercicios intelectuales? Un proyecto situado algo de forma ya tiene. ¿Hay que encontrarla? ¿se puede manipular? ¿Cómo opera el territorio en todo esto?

Como artistas y gestores culturales hemos sido formados en escuelas eurocéntricas y nuestro horizonte de producción y circulación siempre ha estado en el Viejo Mundo. ¿Si estamos de acuerdo en esta denominación, por qué pensar y crear en torno a él? “A reciclar se ha dicho”, pero recrear el mundo es un imperativo ético y estético. Y entonces descolonizar nuestras miradas y sobre todo nuestras prácticas nos va a llevar por lugares impensados. No la ven. Sus anteojeras lo impiden. El mundo será sostenible o no será. 

Se trata de formarnos en comunidad. Educando, gestando, comprendiendo saberes diversos y dejando que la autogestión se vaya incorporando como método. Pero no un camino solitario, sino un espacio poroso de intercambios y de apuestas por lo colectivo, donde el valor solidario se combina con la destreza de los cuerpos y del arte como herramienta de transformación social. La creación para la integración y especialmente para la exploración de otras arenas. La circulación por los escenarios más renombrados por la calidad (y contenido) de la obra.

A gestar en la doble acepción de la palabra: como gesto y también como gesta. Intencionalidades, planos simbólicos, signos y comunicación clara. Y una épica, corazón, una “cruzada” para generar proyectos, hechos, obras que queden plasmadas y puedan ser de interés público. Todo esto implica un proceso que se desarrolla a lo largo de un tiempo y requiere de distintas fases, un plan estratégico. ¿Hay que cortar el elefante? ¿por dónde empezamos, cuál es nuestro propósito?

Para confirmar la viabilidad de nuestro proyecto se hace necesaria una exploración por el ecosistema cultural. ¿Quiénes lo integran? ¿Quiénes son sus productores? ¿Qué actividades abarca, cuáles son los espacios de circulación existentes? Estamos haciendo una invitación para poder nadar como pez en el agua. Conocer los resquicios, las particularidades de un campo amplio, heterogéneo y lleno de oportunidades. ¿Hay secretos para presentarse a convocatorias? ¿Palabras clave? ¿Cuál es el valor de las alianzas y dónde buscarlas?

El poder de las evidencias. Las experiencias ya concretadas son una fuente indispensable de saber-hacer. Y en los proyectos eso significa aprender, compartir y realizar con otros. Se trata de pensar en un nosotros más amplio, en círculos concéntricos que se van expandiendo y, con ello, van funcionando como marcos más y más resistentes. Estos aportan sostenibilidad. Es la construcción de comunidad con respecto a mi/nuestro proyecto. Y probablemente esta crezca a medida que crece la escala de influencia del proyecto en el territorio. 

Las ideas a veces logran instalarse en el campo institucional e incluso hacerse política pública, como la Fábrica de Artes y Oficios (FARO) de Oriente de la Ciudad de México o el FerroWhite Museo Taller de Ingeniero White, Buenos Aires.  

Otras ideas que se plasman como proyectos son las que pueden contarse de maneras extraordinarias, las que saben qué y cómo decir exactamente aquello que desean transmitir. Esas dejan huellas allí por dónde pasan. Y construyen comunidades transversales, que quizás estaban fuera del radar, y que se sostienen en el tiempo porque son necesarias y valiosas, como la Escuela de envejecer.

Ya tenemos la orientación, nuestro “sur” para ser un poco más decoloniales. Nos hemos inmerso en lo conceptual-político, en las herramientas principales para pasar de la idea a la acción-obra y hemos disfrutado lo experiencial como evidencia. 

Y entonces imaginamos que las ideas ya cobraron forma, fondo, avanzaron en el proceso de constitución de un proyecto. 

Llega el momento de poner en juego todo el despliegue necesario para poder realizarlo.

Tenemos que crear presentaciones que abran puertas. Manejarnos con equipos colaborativos, redes de contactos y alianzas que nos permitan desarrollarlo.

Generar productos y servicios que den valor a nuestro proyecto, que ofrezcan algo interesante para cuando lancemos nuestra campaña de recaudación de fondos, o recurramos a la cooperación internacional, que suele ofrecer recursos para nada desdeñables.

Construir un plan de comunicación para el proyecto, saber cómo crear contenidos para redes sociales, hablarle a nuestro público, nuestra comunidad.

Al final de cuentas, todo se resume en la búsqueda de belleza y felicidad. 

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